Ella preguntó a sus amigos cómo saber si estaba enamorada. Ésta fue la respuesta:
Si te descubres pensando el él continua e irremediablemente.
Si te sorprendes buscándolo, involuntariamente, entre la multitud, o su coche, entre el tráfico, e incluso te parece reconocerlo, en tantas como fallidas ocasiones.
Si te paras observando, con sana envidia, cómo se besa y se abraza esa pareja en la calle.
Si sólo te fijas en él en esa foto de grupo, o es el centro de tus miradas en esa reunión masiva.
Si estás buscando un detalle, un obsequio, que quisieras le gustase, sin darte cuenta ni saber si va a ser posible entregárselo jamás.
Si deseas tener una reunión, un cumpleaños, un concierto, como excusa para esa casi cita a ciegas de adolescentes, en la que encontrarte con él.
Y si cuando te encuentras con él, en lugar de aprovechar la deseada ocasión, no dejas de soltar esos comentarios triviales, supuestamente graciosos y suficientes, acompañados de cierta risa nerviosa, de los que luego a solas tanto te arrepientes.
Si te pasa todo eso, y, al acabar el día más cansado o más alegre, sigue revoloteando por tu casa, no lo dudes, estás infectada.
Y que lo sepas, no podrás hacer nada, el propio tiempo te demostrará que ni él posee efectos para eliminar el virus, lo más amortiguarlo, hasta que, con cualquier motivo, vuelva a aparecer con más virulencia, nunca mejor empleado el término.
Sólo podrás buscar solución, dar un paso más, comentándolo con algún amigo, mejor común, dejarte asesorar por quien confíes.
Si no es amigo total, te servirá de bastón, de tu más necesaria que nunca compañía en ferias y saraos, ahora multiplicados, incluso podrá sacar partido de la situación.
Si es amigo de verdad, te dirá “muere lentamente quien evita una pasión”, debes arriesgarte a la derrota y a la humillación, nunca al orgullo o la retirada anticipada.
La decisión final, es única, pero ni fácil ni corta, no lo dudes. Será luchar, y sufrirás, sea cual sea el resultado.
Si es no, sufrirás, llorarás, y pasará.
Si es, enhorabuena, disfrutarás del camino, detendrás el tiempo.
Y al final, al final de todo, también sufrirás.
Pero siempre, siempre, habrá merecido la pena. No sólo por no caer en la maldición de los que nunca supieron lo que es arriesgar y ganar, y entregarse, porque, aunque pierdas, siempre ganas. Es la victoria del no morir en vida, por no haberlo intentado, porque vivir sin haber vivido es tan patético como el que nunca ha vivido.
Así le decían sus amigos, pero, realmente, nadie sabe nada del amor, y el que más habla de él, menos sabe.
Por eso yo lo reproduzco aquí.
(Por cierto, en una noche estrellada en la que, creo, rstoy solo e infectado, pero no me siento solo).